Alicia Bardón tiene en sus manos una oportunidad histórica que no puede desaprovechar. Es la primera mujer en 100 años de vida de la Universidad Nacional de Tucumán en acceder al sillón de Juan B. Terán. Cargo que logró alcanzar con las mañas de la vieja política y de un sistema permeable a las sospechas, avalado por la mayoría de los asambleístas. Aunque también vale decirlo, Bardón contó con el apoyo incondicional de un importante sector de la docencia que ponderó su capacidad profesional y académica. A pocos días de su asunción formal, la “rectora del Centenario” se encuentra parada en el final de un sendero que se bifurca. Allí, con los pies en la tierra y la mirada en el cielo, deberá elegir si decide continuar con el viejo paradigma que le produjo tumores cancerígenos a esta institución señera, o bien extirparlos sin miramientos para evitar que la metástasis destruya a la UNT por completo.
¿Contará con la libertad política para hacerlo? ¿Impulsará el cambio necesario que les permita a los universitarios elegir democráticamente a sus representantes? ¿Hará valer la autonomía universitaria respecto -por ejemplo- del manejo político y periodístico de Canal 10? Sólo Cronos tiene esas respuestas. El reloj de arena acaba de darse vuelta.